69/2018
(Postales de Sierra Mágina)
Tengo para mí que Matías es el último
rojo que nos queda en Bedmar, dispuesto a ejercer de rojo genuino. Rojo de los
de entonces, de cuando se distinguía entre llevar corbata o arrastras albarcas
como signo de pertenencia, y en ocasiones como aviso de peligros de apiolamiento
o de hambruna de maleta y emigración.
Y es que, desde hace tiempo, con lo que llevamos olvidado
nosotros y aprendido la gente joven, ya no se mientan ni a los rojos ni a los
azules, sino a las izquierdas y a las derechas. Y entre ambas, derechas e
izquierdas, se van acomodando diestras y siniestras montaraces y trasnochadas
que para mí tengo que tienen más de “a ver de dónde rebaño y saco tajada” a
costa de una almorzada de crédulos que de verdaderos creyentes ideológicos.
Donde hay tanto
cuaderno por escribir y tanta historia escrita, ya no se llevan las pistolas.
Ni las de juguete.
De Matías sé poco. Apenas, que un día íbamos en la misma
dirección, yo en coche y él a pie, y le dije que se subiera para librarlo de la
calorina que estaba cayendo sobre las calles del Pueblo y él aceptó con esa
indulgencia propia de “a ver si hablamos”.
Se supone que Matías tendría que mirarme malamente por ser de
la familia que soy (de las que llevaban corbata y tiene muertos “matarilados” en
las tapias del cementerio de este Pueblo nuestro y en las fosas comunes de
Paracuellos del Jarama); y yo tendría que mirarlo a él torcido porque fueron “los
suyos” los que aquí y allí organizaron lo de mis muertos, mucho antes de que yo
naciera. Claro que sus muertos vinieron después, en tiempos de paz, por las
mismas sinrazones que los míos (no hay razón que autorice a acabar con una
vida) y, quitados los que fueron fusilando de poco en poco en las cárceles de “la
Victoria”, (NOTA: recordar mirar en el diccionario la acepción “eufemismo”) la
mayoría de ellos nadie sabe bien dónde están ni a dónde ir a llorar por nuestras
penas con la disculpa de llorarles a ellos.
Sucede, sin embargo, que yo, desde hace tiempo, no tengo
ganas de gresca con ningún ser vivo por un quíteme allá ese muerto que nunca
conocí. Y que Matías tengo para mí que, aunque siga hablando de muertos justos
e injustos con justísimo des-convencimiento, o de ricos y de pobres con
discutibles linderos, en el fondo, lo que tiene es la carne lacerada de
emigraciones y menesteres que se quedaron en vía muerta como los trenes de la
estación de Jódar.
Sea como sea, declaro abiertamente que, sin haber cruzado
tres palabras, siento una especial debilidad –casi admiración antropológica- por
este paisano mío tan rojísimo (pero de los de antes), y creo que no es otra
cosa que una buena gente a quien le pilló la suerte en el lado de los
menesterosos sin poder hace nada por remediarlo sino salir del Pueblo con el hatillo.
De vez en cuando nos cruzamos mensajes en Facebook, siempre
cautelosos, -no sea que tengamos que renegar de lo que se supone que cada uno
somos-, como el último que surgió al hilo de un cuentecillo mío que titulaba “HACER
EL AGOSTO”, y que copio aquí resaltando ese encabezado de “Querida Soco Mármol
Brís” del que tan necesitados estamos todos y yo la primera:
Matias
Medina López Querida Soco
Mármol Brís. Leído tu relato de Hacer el Agosto, mi curiosidad ha recaído
en las eras privadas y las comunes del pelotar. 1ª El Barranquillo, D.
Alejandro, D. Manuel.y también la Mahoma, aunque ésta última sí me suena que
tuviese su propia era, los otros tres, no recuerdo yo que las tuvierais ¿Acaso porque
no teníais tierra calma? 2ª Los Chamorros si las tenían eran las más célebres,
aún hoy se recuerda el lugar. Luego estaban, la de Paco el Juez, la era Campas,
que era la del cura, y supongo que en la Dehesa que era donde antes estaba la
tierra calma (hoy no, ya son todo olivos) entonces había distintos cortijos, donde
debían trillar y aventar sus cosechas. A ver si en tus relatos nos hablas,
pienso que con bastante conocimiento... de las familias de Bedmar, (de los
ricos de Bedmar,) qué fue de ellos. Por ejemplo, de la Niña Chamorro. (Dª
Dolores Marín Ogallar. Ya sé que me dirás que de eso sé yo más que tú. Pero, ni
por aproximación es así. Yo sé de los sucesos trágicos, que bueno son de
conocimiento general, pero del testamento de Dª Dolores, no hay versión digamos
oficial. Bueno queda a tú buen criterio. Un cordial saludo.
Como de
costumbre, leí entre líneas dos cosas: la inquina que Matías trata de mantener
contra “los ricos” de Bedmar, a pesar de que se le nota que se le está
disolviendo como el algodón de azúcar de la feria, y la extraña cercanía que hay
entre Matías y yo a pesar de los pesares.
Contestarle, le
contesté, sin eludir alusiones a esas fincas que él tanto ha demonizado, y a
esas diferencias sociales que siempre existieron, y que tan rematadamente mal
gestionaron unos y otros, pobres y ricos, rojos y azules…, cambiándolas de mano
a lo bestia en lugar de hacerlo como lo está haciendo ahora nuestra juventud:
con INNOVACIÓN y CULTURA. Ésta fue mi respuesta:
Soco Mármol Brís Matías, querido,
si hay algo que me fascina de ti es tu eterno afán de saber sobre las cosas más
sencillas (que, por su sencillez, resultan ser a veces las más inquietantes).
En este caso, son las eras, y su reparto por nuestro pueblo, la disculpa para
indagar dónde las había y donde no. De ahí saltas a lo de los testamentos para
ir acotando con nombres uno de ellos: doña Dolores Marín Ogayar y escudriñas en
la dicotomía pobres/ricos de Bedmar. Ya sabes que no entiendo de "pobres y
ricos" cuando tal entendimiento lleva al resquemor de viejos conflictos,
porque lo mío es huir del conflicto añejo como de la peste. Y es que la vida me
está resultando demasiado corta para dejar pedazos de pellejo en contiendas y
rencores pasados, cuando el futuro es tan escaso y las gentes interesantes
tantas; pero tu atención a mi articulillo me estimula a escribir sobre esas
eras, cosa que haré en breve por la magia que me trae su recuerdo. Mientras
escribo y no escribo sobre las viejas eras, te cuento que sí, en el
Barranquillo, la finca de mi abuela, había una era, mágica para mí, porque en
ella, cuando el verano se hacía insoportable, dormían al raso Rafael el Grajo
(el casero de siempre) y su mujer, Antonia, quien nos contaba a los niños que
por las noches la visitaban las ánimas y le tapaban la boca. ¿Hay algo más
interesante que esas historias de ánimas en pena sin penas que redimir todavía?
También en La Salina, nuestro cortijo, teníamos era, en el poniente de la casa,
con vistas al Aznaitín y flanqueada por el canal. Y allí, sobre la parva,
solíamos dormir al aire libre mis hermanas y yo, siendo niñas, junto con Juani
(la Rogelia) nuestra niñera, cuyos padres murieron de hambre en el mismo mes, e
Isabel, nuestra cocinera albanchurra, deliciosa mujer llena de frescura, cuya
mente se quedó varada en los 15 o 16, cuando fue madre sin saber muy bien qué
era aquello ni cómo sacar a su criaturica adelante; y cada noche nos contaba
historias de "cuando ella estuvo en Nueva York", siendo que, fuera de
Albanchez, ella jamás conoció otros horizontes que los de nuestros dos pueblos:
Jódar y Bedmar. En aquellos veranos, cuando Isabel se callaba, yo me pasaba las
horas esperando que vinieran las ánimas a taparme la boca -siempre identifiqué
dormir en la era con la visita de las ánimas-. Nunca vinieron. Y aquí me tienes
echando por mi boca verdades y mentiras a medias, que en realidad es la vida
misma envuelta en misericordias: una gran verdad taraceada de mentirijillas con
las que seguir viviendo. Te dejo un documentado enlace donde puedes seguir tu
investigación sobre ajuares y herencias de nuestros pueblos. http://www.cismamagina.es/app_sumuntan/pdf/17/17-77.pdf
LO MÍO NO ES LO DOCUMENTADO, SINO LO SENTIDO. Y siento que quiero enviarte un
abracito.
Mantengo y
confirmo que lo que me pedía el cuerpo mientras respondía al mensaje de Matías
era darle ese abracito que nunca nos
hemos dado porque, en privado, no procede; y en público, a lo mejor nos
acusaban de herejes y traidores a corbatas y albarcas.
Claro que, bien mirado, a lo mejor, a estas alturas de la
vida es cuando se comienza a entender que tampoco era para ponerse a matar a
diestro y siniestro. Y que, si en lugar de ir sembrando de muertos las cunetas y las tapias de los
cementerios, hubiéramos llenado el mundo de palabras (y de abrazos al estilo
del Abrazo de Vergara) https://es.wikipedia.org/wiki/Abrazo_de_Vergara posiblemente nos dolería algo menos
el alma y los recuerdos.
Puestos a espurrear palabras, ¡va por ti, querido Matías!, te dedico, este
poema con el que he participado este año en esa FIESTA DE LA PALABRA DE BEDMAR
que es la CULVE (Cultura Veraniega) que con tanto primor y talento promueve
nuestro joven Ayuntamiento y sostiene nuestra dialogante Diputación.
19/2018
EMIGRANTES
Han pasado los pájaros. Venían
muy cansados. Exhaustos. Estuvieron
toda la noche coreándole al ocaso.
Apenas descansaron. En sus alas
transportaban un lastre de distancias
que iban lacerándoles el vuelo.
En todos los aleros. Y en las ruinas.
Al pie de ese castillo sin memoria
quisieron anidar. Más no pudieron.
Han pasado los pájaros. Se oyó
un oscuro revuelo despoblando
del arraigado abrigo de las tejas.
Y proyectaban sombras. Fantasmal
sobre las melancólicas fachadas
jadeaba el rumor del abandono.
La sed de la almendrera. Los rumores
del verde polvoriento de las zábilas
tejen sombrías verticalidades.
Y más abajo el Valle. Y las adelfas,
el audaz el torreón sin armisticios
y el arrogante vuelo de las sombras.
Pero aquí, sobre el Pueblo
han pasado los pájaros. De paso.
Lo mismo que maletas de cartón.
Y han vuelto los membrillos.
Y gimen los olivos con un llanto
de inagotable aceite reanudado.
Recurrente el invierno. Y el otoño.
Atrás otro verano. Y otras vidas.
Han pasado los pájaros. Exánimes.
Quizá cuando los años nos inclinen
regresen nuevos pájaros azules
a repoblar almenas. Y esperanza.
En CasaChina. En un 6 de Julio de 2018
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