jueves, 10 de diciembre de 2015

HOSTAL PARAÍSO DE MÁGINA DESDE LOS VENTANALES




81/2015
Desde los ventanales del comedor del Hostal PARAÍSO DE MÁGINA, en ese Bedmar en el que siguen anidando las golondrinas de mi infancia recién nacida y los grajos continúan oteando el desmorone de su Castillo, una siente que el mundo se abre hasta más allá de su propia existencia. Y ya no existe nada que no sea ese preciso instante en el que los ojos se confunden con la intensidad de lo imperecedero.
Ayer, sin ir más lejos, pasé por este LUGAR, que anoto una vez más en mi libreta de emociones, y el tiempo se detuvo como siempre suspendido en intensidades del pasado convertido en un todo presente.
·   El LUGAR: rotundo sin concesiones. Áspero y tierno; entre pardo y pajizo tirando a verde-olivo.
·     LOS CONDUMIOS: dignos de gastronomía arcana en alquimias de fogones caseros. ¡Dónde encontrar a estas alturas de los tiempos un aperitivo tan clarividente como sardinas arenques, troceadas sobre aceite de oliva recién parido!
·     LOS PERSONAJES: entrañables: Anita, reina de sus fogones de los que salen platos dignos de las mesas más honradas; Manuel, su marido, de gesto adusto y corazón cabal; Juan, que lleva el campo retratado en la retina. Y la siempre añorada Estefanía, la hija que creció ya entre libros –los tiempos cambian- cuyas páginas la alejaron de lo rural y la acercaron a la eterna añoranza…
·     Y YO: sabiendo que en pocos minutos tendré que regresar de nuevo al eterno y borroso camino de seguir viviendo, detenida en el instante, saboreando la intensa exactitud de lo efímero, mientras recuerdo a mi admirado Fernando Pessoa cuando dijo aquello que quizá le nació mientras miraba el tiempo interrumpido desde un ventanal semejante:

“El valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.” Fernando Pessoa

En “CasaChina”.  En un 10 de Diciembre de 2015