jueves, 13 de agosto de 2015

Misión cumplida



46/2015


        Como cada año por estas fechas (Semana Cultural de Bedmar) visito mi Pueblo para comprobar su pulso poético (y otras cosas más, a manera de verdugones espigados en el implacable azote de mi lejana infancia).
        Este año mi viaje a Bedmar tenía tres objetivos esenciales.
El primero de los objetivos era acompañar a Luis Alberto Alcalá Martos en su recital en el certamen de poesía después de recibir su cálida invitación al acto. De Luis Alberto, y de su especialísima forma de mirar el Mundo, que a mí me fascina, hablaremos otro día; baste por hoy apuntar que muchachos como él, en otros tiempos, hubieran estado arrumbados, y, sin embargo, en estos, es capaz de emocionar al público hasta el extremo de que el Jurado del Certamen le otorgó un accésit por un ingenioso poema cuyo tema giraba en torno a “los mayores” y su visión de las tecnologías actuales. ¡Felicitaciones, Luis Alberto! Y mi eterna gratitud por aceptar que escribamos juntos sobre nuestro Pueblo, querido y admirado Colega Escritor.
Semana Cultural Bedmar 2015
Un segundo propósito era entrevistarme con Cristóbal Triguero López, (Cristóbal “junior”) para tratar de confirmar mi aún emergente y nebulosa sospecha de que los trisómicos, (entre otros afectados por distintas mutaciones genéticas) poseen capacidades dimanantes de la ausencia de la llamada “poda sináptica”, que les mantienen activas e intactas determinadas potencialidades para acceder a mundos mágicos propios de la primera infancia, cuyo acceso nos es negado a los erróneamente llamados “normales”. Y digo “erróneamente” porque lo normal no debiera ser la adquisición de habilidades y destrezas para poder defendernos de las hostilidades del entorno –que, en definitiva, eso viene a ser el desarrollo “normal” de los seres humanos- cuando lo normal debiera ser un estimular el aprendizaje de la solidaridad sinérgica. Esa “poda sináptica” es el precio, el altísimo precio que tenemos que pagar los “elegidos” por la inteligencia al uso.
Los andrajos: ese  plato que María Dolores borda 
También este propósito se ha cumplido con creces después de más de dos horas charlando, de tú a tú, con Cristobillas, este ser mágico de Sierra Mágina que, por algún privilegio de la naturaleza de mi tierra, sigue siendo niño en la edad de ser niño, manteniendo intactas las picardías propias de su niñez, en lugar de picardearse en ésas nuestras sesudas y adultas perversidades a las que, acostumbrados como estamos a “la normalidad” de su malicia, no nos queda otra alternativa que proyectar “¿inteligentemente?” su insidia en los que nos rodean, incluidos los niños, para librarnos de las culpas propias, al tiempo que encontramos una dis-culpa para partirles la cara a nuestros recién creados enemigos.
Con él, con Cristobillas, que habla el lenguaje de los pájaros y encandila y paraliza a cualquier animal con sólo tocarlo, escribiré algún día sobre la “Magias de Mágina”® si el tiempo me da tiempo suficiente para hacerlo.
El tercer objetivo era convertirme en “público” del reciente cambio de gobierno municipal, surgido de las últimas elecciones.
Con Rosa Gamez, puro nervio
Tengo que aclarar mi creencia de que, ante cualquier evento colectivo, hay solamente dos formas de posicionarse (¡uf, qué palabro ése de “posicionarse”). Se trata de ser “pueblo” o ser “público”; de implicarse en la  representación de lo que está sucediendo, o, simplemente, limitarse a observar lo que está sucediendo ante nuestros ojos. Iba yo dispuesta a observar, a mirar, a churretear –como se dice por allí- sobre lo que “se cocía” en la olla del nuevo Ayuntamiento. A ser, en definitiva, “público” avaro de espectáculo y, sin saber muy bien cómo, me vi convertida en “pueblo” mondo y lirondo.
¡Bueno! Tampoco sería decente decir que no sé cómo sucedió, porque, a estas alturas de la vida, lo sé perfectamente. Simplemente, el jovencísimo y muy habilidoso nuevo Alcalde se valió de la fórmula más antigua y más eficaz del mundo: implicar al concurrente ajeno en la tarea propia como si su presencia en la trama fuera imprescindible. “Pensamiento sistémico” se llama a esta pócima capaz de multiplicar exponencialmente las voluntades. Lo cierto es que el joven Alcalde, Juan Francisco, me citó en el Ayuntamiento, me recibió, me contó sus proyectos, me habló como si nos conociéramos de siempre, cuando, por sus años, hay un “siempre” demasiado lejano en el que él no era sino un proyecto impensado. En definitiva, nos hablamos como dos paisanos sentados en una mesa de camilla con brasero de invierno. Y, cuando le pregunté si él era Alcalde de los Socialistas de Bedmar, me respondió que él era Alcalde de los Bedmareños, y que sólo su programa –y no él mismo- estaba regido por sus irrenunciables y arraigadas creencias socialistas, entre las que se cuentan dos esenciales: escuchar a TODOS y prescindir  de las GUERRAS AJENAS.
¡Cómo no acabar convirtiéndome  en “Pueblo” en lugar de seguir siendo “público” de ese entorno tan Bedmareño!
Pilar de La Carrera Alta recién restaurado
Quienes me conocen de verdad, saben que “ni soy de aquí ni soy de allá”, ni de estos ni de los otros, sino también. ¡TAMBIÉN! Quiero decir –un suponer- que, aunque hoy me levante cantando “la ovejita lucera” o bailando “Paquito el chocolatero”, en mitad del baile puedo cambiar el paso y ponerme a entonar “una furtiva lágrima”, o enderezar los pies hacia los primeros compases del Vals del Emperador, sin que mi portes desdiga ni en la verbena del foro ni en los salones de cualquier palacio, y que para disfrutar de la vida sin dejar de ser yo misma, tanto me da beberme un chato de vino peleón en una taberna de pueblo que degustar un cava servido en la más fina copa de cristal de Bohemia; eso sí: cada cosa a su tiempo y en su contexto. Creo que esta condición de “tornavientos” me viene de lejos, aunque, para perfeccionarla, sin ser tocada por dolores innecesarios ni por complejos trasnochados, hay que haber traspasado cierto número de calendarios, y saltado por encima de varios civantos, para saber que la condición de veleta no significa ser súbdita de cualquier viento, sino señora y señera inequívoca de la dirección de la que sopla el aire para calcular si ha llegado el momento preciso de buscar recacha en lugar de presentar batalla. Y que lo de cambiar de chaqueta es lo más sano del mundo cuando la que se lleva puesta empieza a oler a sudor añejo y a tener lamparones de aceite rancio.
Reina Mora fue todo un descubrimiento
Lo bueno para mí es no haber llevado nunca chaqueta, porque puedo así apreciar el  calor de las chaquetas ajenas cualquiera que sea su paño y no tener miedo a perder chaqueta propia.
En el salón del Ayuntamiento de mi Pueblo, sentada a la derecha del Hijo de las pasadas Elecciones, no he podido por menos que sentirme afortunada.

Antonio Jesús Catena: un Concejal incansable
¡Misión cumplida! –me decía mientras mi coche enfilaba hacia la Sierra de la Estrella, dejando atrás tanta riqueza humana y tanto potencial.

En Bedmar. 12 de Agosto de 2015