lunes, 2 de mayo de 2016

EN ELOGIO DE LA MENTIRA




25/2016

https://latintainvisible.wordpress.com/2016/04/29/el-desafio-de-la-creacion/#more-4018

         Aquí dejo un enlace en el que Rulfo, el Maestro, dice que los escritores somos mentirosos. Y digo yo que fue la mentira la que me salvó de ser una realidad abatida por la ordinariez que conlleva toda verdad desnuda.
        La verdad es zafia, ramplona y ostentosa como cualquier nuevo rico huérfano de discreción y de modales contenidos.
La verdad es desfachatada como una mujer desnuda en mitad de una Iglesia.
La verdad es chocarrera como un astracán junto al puesto de carne de oveja en un mercado de abastos.

           ¡Mentir o no mentir! Ésa es la cuestión y no la del “tubi or not tubi” del colega Shakespeare


        Pero… ¿Cómo se puede imaginar semejante abstracción cual es el prodigio de mentir aún antes de aprender a dibujar las vocales?
          Debe ser cosa de acasos y de predestinaciones.
Lo cierto es que, desde que tuve un mínimo de consciencia, tuve conciencia de que la verdad se llamaba impudicia.
El resultado de tan falsa reflexión no podía ser otro: me eché a garabatear mentiras sobre cualquier superficie capaz de soportar mis embustes sin el menor pudor, cual bellaca con calcetines tobilleros.
Al principio fue la liviandad del aire la que tuvo que apechar con mis mentiras –aún no sabía escribir-, y lo que es peor: con el silencioso dolor verdadero con que purgaba sus consecuencias: “¡al rincón! Las niñas buenas no mienten”.
Lo de ser una “niña mala” empezó a resultarme verdaderamente sanador, de forma que con un “vade retro” a lo magineroso, le solté un “echate p’allá” a lo del octavo Mandamiento de la Ley de Dios y me hice escritora, lo que –dicho sea de paso- me dio la clave para confesarme eufemísticamente de mi pecado sin redención ni propósito de la enmienda, y sin tener que cumplir penitencia alguna:
-“Padre me acuso de que soy escritora…”.
-¡Anda, hija, que eso no es pecado!
-Lo que usted diga, padre…
La salubridad de aquellas mentiras infantiles fueron cumpliendo años despiadadamente, primero en lo efímero de pizarrín y pizarra, donde un borrado a tiempo siempre me libraba de la tacha de falsedad de mi maestra. Luego fueron las libretas del Colegio del Santo Cristo, aquel donde “MadreFe” me castigaba el descaro índigo que dejaba en mis labios el lápiz mágico que mi saliva convertía en escritura indeleble de falseado remedo de tinta; incluso, a falta de hojas suficientes para los fines de semana, llegué a mentir con palillero, pluma de mojar y horribles faltas de ortografía sobre los lamparones del papel de estraza en el que envolvían el salchichón en la tiendecita de La Carrera, de nombre tan inquietantemente mentiroso cual era Ultramarinos Carreño.
El primer “boli” fue especialmente sanguinario con mis iniciales mentiras, vaciándose entero sobre una postal con palomitas y angelillos, en la que había invertido los ahorros de todo un año, mientras dibujaba mi primer corazón atravesado por una flecha. Su destinatario, un Pepe de quien no daré más razones porque hasta su nombre es una vieja mentira, nunca llegó a saber que una mañana de un 19 de marzo de hace tantos años que hasta sigo recordándola, escribí para él lo que él nunca leyó por aquel despiadado emborronamiento con que me castigó el “boli”:
       

Paloma que vas volando
entre lirios y violetas
dile a Pepe que lo quiero
y llevale esta tarjeta. 

Luego vinieron los cuadernos de espiral a los que se le podían arrancar hojas sin que nadie las echara en falta, y las “holandesas” que ahora las llaman “papel carta” en América y aquí han dejado de usarse; y el “papel de barba”, con su marca de sello de agua, que lo mismo servía para hacer un escrito jurídico en la ruidosa máquina de escribir de mi padre que para ponerlo de fondo en la lata de cocer mantecados para que no se pegaran.
-“Si te sobra un pliego, papá, dámelo, que quiero hacer palomitas de papel”-le decía arteramente instalada en mi condición de mentirosa vergonzante a un padre tan adicto y adepto a la papiroflexia como cruel detractor de cualquier cosa escrita por mí desde aquel día en que escribí un españolísimo y jodeño –lease galduriense- SanAntoño.
¡Qué le vamos a hacer! Me malicio yo –siquiera sea por no cargar con la culpa del SanAntoño- que mi padre, tan ¡viva España! él, detestaba la añosa virgulilla de la ñ desde que se enteró de que no era tan española como creía, y que lo mismo estaba en el alfabeto español de toda la vida que en el extremeño, el iñupiaq, el tágalo o el galleguiño de gaita morriñosa, anduriñas amantes y muñeira en bosque de carballos.

Quién me iba a decir a mí que sería la tal Mafalda, esa lenguaraz criatura parida por un mentiroso aún más consolidado que una servidora, quien vendría a confirmarme en mi profesión mentirosil y dicharachera. ¿A quién se le ocurre poner en boca de Mafalda semejante ordinariez como la de que es preferible machacarle los higadillos al personal a golpe de verdades que ponerse a la tarea de escribir loquerías, hasta que los de alrededor se parten las manos aplaudiendo, se rajan los labios bendiciendo a la madre que nos parió y se rompen la camisa como si les entrara un bitango de boda gitana?

Lo que yo os diga que, llegada a esta edad en color sepia que por fin me he ganado a pulso, no voy a empezar a enfrentarme con verdades tan ordinarias como la de que no quedan alientos para que se me parta el corazón cualquier día de estos. Así que, desmintiendo a la muy falsa de Mafalda, yo prefiero causar admiración contando mentiras, aunque me tenga que embadurnar en crema “BellaUrora”, empolvarme de colorete a granel y encenagarme el lagrimal con abéñula, que pisarle los callos a cualquier pretendiente de mentirijillas con una verdad tan mugrienta como la de que no nos queda ya tiempo suficiente para que se nos declaren los efectos secundarios de estas ciciones que nos acometen a los escribidores de toda la vida.
        ¿Queda claro?


En “CasaChina”. En un 2 de Mayo de 2016.

ALGUIEN ME RECUERDA EN...Mérida (Venezuela)


Cuando alguien me recuerda unas alas amorosas sobrevuelan mis espacios.
http://www.escritoresmerida.com.ve/escritores/socorromarmol.php#.VybuwzEUMYF