16/2016
Para explicar este poema: Dicen los que saben que un poema no debe ser explicado; que, una vez escrito, hay que dejarlo ir, campar por sus respetos, independizarse de la mano que lo escribió y habitar esos rincones donde, quienes lo leen, guardan a buen recaudo sus propias emociones.


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Algo más que un "NiñoJesús" necesitaba |
Sólo la lejanía de mis iguales, los chiquillos de mi edad, puso una nota triste en
aquella dulce infancia. Porque el Jardín del Barranquillo donde entre adultos me enseñé en
el arte de las primeras letras y cultivé las últimas melancolías, estaba separado de la zona de caseros,
pastores, muleros, jornaleros y molineros por una alambrera que aquí y allá, entre
las enredaderas que la disimulaban, dejaba al descubierto algún resquicio desde
el que yo podía ver los juegos de los chiquillos de mi edad al otro lado de la
valla. Ésa fue, quizá, la única nota triste de aquellos largos meses que pasé
en el jardín del Barranquillo: ver desde detrás de la alambrera cómo otros
niños jugaban a cualquier hora sin miedo a mancharse unos vestidos que quizá no
eran tan hermosos como los míos, pero tampoco tan endebles.
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Tan chica para un jardín tan grande |
El tiempo y el
destierro de lo nuestro nos igualaron ropajes. Ahora los
regresos tienen vocación de reencuentros tentados de igualitarismo en los que hacer
balance del pasado, sabiendo que las migraciones impermeabilizaron el dolor y
filtraron lo esencialmente desigual. Pero no es la conciencia de lo desigual lo
que permanece.
Lo que
verdaderamente permanece es la nostalgia. Ni el jardín ni nosotros, los que nos mirábamos desde la alambrera,
somos los mismos. Pero ahora lo que de verdad nos hace iguales es esta lejanía emigrada que
cada año regresa a lo que ya no es ni volverá a ser.
NOSTALGIAS DE UN JARDÍN ABANDONADO
(2º premio
Bedmar 2016)
La infancia
solitaria:
hay una niña humilde al otro
lado.
Y una valla por medio que no pudo
negarle a nuestros dedos
infantiles
su inevitable y dulce
acercamiento,
su inmemorial contacto.
Mi jardín:
a este lado
mi cárcel vegetal ceñida al cuerpo
lo mismo que un encierro de gacelas
apenas aprendices de sí mismas
que miran con los ojos muy abiertos
por si la vida anida tras la verja
triscando empalizadas.
Sus corrales:
agreste libertad de greda y barro,
marga donde apretaban las hambrunas.
Y allí una nena chica, juega sola
con ojos de gacela redimida…
Por entre MI jardín y SUS corrales
(terco silencio aquí; allá el bullicio)
retoza la inocencia de la infancia
sin vallas que consigan detener
el vuelo de los pájaros.
Destierro de
alambrada
el tiempo devastó los contratiempos
para nuestras infancias desiguales...
Luego
quitaron la alambrada.
Pero entonces ya no éramos las mismas.
Un Pueblo
que un día sin saber cómo
fue artesa sin patrón ni manigero.
Escarpada llanura para todos,
vergel de cada boca,
fecundos pedregales de secano
en los que se cultiva el aroma de dompedros.
Desocupado patio de vecinos
donde recuperar nuestra inocencia
derribándole al tiempo sus taludes.
Y la nostalgia:
tan igual para todos…
que trepa por tapias de los años
dibujándole arrugas a todos los recuerdos.
¡Ah, Pueblo de la infancia, cómo oprime
este “endolorecerse” en la distancia!
· Título:
NOSTALGIAS DE UN JARDÍN ABANDONADO
· Seudónimo:
Aznaitina Sinnombre
· Tlf.:
609238661