81/2015
Desde
los ventanales del comedor del Hostal PARAÍSO DE MÁGINA, en ese Bedmar en el
que siguen anidando las golondrinas de mi infancia recién nacida y los grajos continúan
oteando el desmorone de su Castillo, una siente que el mundo se abre hasta más
allá de su propia existencia. Y ya no existe nada que no sea ese preciso
instante en el que los ojos se confunden con la intensidad de lo imperecedero.
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·
El LUGAR: rotundo sin concesiones. Áspero y tierno; entre
pardo y pajizo tirando a verde-olivo.
·
LOS CONDUMIOS: dignos de gastronomía arcana en alquimias
de fogones caseros. ¡Dónde encontrar a estas alturas de los tiempos un
aperitivo tan clarividente como sardinas arenques, troceadas sobre aceite de
oliva recién parido!
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·
Y YO: sabiendo que en pocos minutos tendré que regresar
de nuevo al eterno y borroso camino de seguir viviendo, detenida en el
instante, saboreando la intensa exactitud de lo efímero, mientras recuerdo a mi
admirado Fernando Pessoa cuando dijo aquello que quizá le nació mientras miraba
el tiempo interrumpido desde un ventanal semejante:
“El
valor de las cosas no está en el tiempo que duran sino en la intensidad con que
suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas
incomparables.” Fernando Pessoa
En “CasaChina”. En un 10 de Diciembre de 2015
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