https://youtu.be/Iu0j8jS0X9s85/2015
Debía yo tener muy pocos años porque
todavía llevaba el abriguito azul marino con cuello de terciopelo del que sólo
conservo los botones con anclas marineras.
De aquello han debido pasar ya muchos años, porque por la
parte de atrás, el latón de los botones que conservo está demasiado oxidado
para pensar que fue cosa de ayer mismo.
Y debía ser Navidad, porque las habituales y tristes bombillas
de las esquinas llevaban varios días con refuerzos a su alrededor que se
reflejaban en el charol de nuestros zapatos, y el escaparate de Los Gazquez no
se apagaba por la noche para impedirle a los juguetes que se durmieran antes de
que llegaran los Reyes Mágicos, o se escaparan a sus cajetas de cartón aprovechando
lo oscuro.
Los botones de mi abrigo azul marino |
El tiempo tras los botones |
El caso es que, embutida en mi abrigo
azul marino con cuello de terciopelo y botones con anclas, con las luces de
refuerzo sacándole brillo a mis zapatos de charol, y de la mano de mis padres, una
tarde fuimos al Teatro Principal de Jódar, donde Barbarita, la inolvidable taquillera,
nos vendió las entradas para escuchar cantar a La Niña de la Puebla.
Ella, sobre el escenario, vestida de
negro como un luto a destiempo, escondía su ceguera bajo unas gafas igualmente
vestidas de luto sin alivio. Tras ella, a modo de campanilleros, sombras
oscuras le arrancaban a los almireces su melodía callejera de fogones invernizos
mal abastecidos.
En los campos de mi Andalucía... |
“Canta como un jilguero con los ojos
pinchados” –le escuché decir a mi padre con emoción.
Corriendo el tiempo me
enteré de que los jilgueros que mejor cantan son los ciegos, porque ninguna luz los distrae de
sus trinos y se centran en lo que deben estar: en dolerse de sus ausencias y en
reclamar presencias.
Ese día, en lugar de querer ser maestra o bombera, o
princesa, o monja, o santa o puta…quise ser ciega, como La Niña de la Puebla, para
poder cantar para mi padre y arrancar de su voz una emoción semejante.
A lo largo los años, varias veces regresé vehementemente a
mi deseo de cerrar los ojos y cantar para alguien de esa manera que sólo los privilegiados
tienen de cantar cuando el amor los vuelve ciegos.
Incluso me enceguecí cantando cuando no debía y amé
ciegamente mientras me cantaba el corazón. Y eso no todos lo pueden decir.
A estas alturas de la vida, aún cierro los ojos, no ya
para cantar, sino para recordar aquel villancico tan de mi tierra, tan de
Andalucía…
Tan Magineroso como Los Campanilleros
Cuando la música se acaba, me quedo aún unos momentos más
recordando. Porque lo que jamás olvidaré es aquella letra que en la voz de La
Niña de La Puebla se convirtió en presente y presagio del resto de mi vida.
Letras de Campanilleros, hay muchas. Pero
estas Navidades me quedo con la de La Niña de La Puebla:
Toas las flores… / toas las flores del campo andaluz /al
rayar el día llenas de rocío / lloran penas que yo estoy pasando / desde el
primer día que te-he conocío / porque en tu querer / tengo puestos los cinco
sentíos / y me vuelvo loca sin poderte ver /.
Pajarillos…/ pajarillos que estáis en los campos /
gozando el amor y la libertad / recordadle al hombre que quiero / que venga a
mi reja por la madrugá / que mi
corazón / se lo entrego al momento en que llegue / cantando las penas qu’he pasao yo.
En “CasaChina”.
En un 17 de Diciembre de 2015
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