Ministro de Justicia (@justiciagob): indulte a mi madre de entrar en prisión 6 meses #JosefaLibertad http://www.change.org/p/ministro-de-justicia-justiciagob-indulte-a-mi-madre-de-entrar-en-prisi%C3%B3n-6-meses-josefalibertad?recruiter=57919424&
Un lugar mágico de Mª Socorro Mármol Brís donde compartir las Magias de Sierra Mágina
lunes, 24 de agosto de 2015
jueves, 20 de agosto de 2015
¡UN EURO!
No
habían dado aún las ocho de la mañana cuando llegó el Director y abrió la
puerta, sintiendo fijos en sus espaldas los incontables ojos de sus vecinos.
Una larguísima cola, que esperaba pacientemente que se abriera el Banco, se
precipitó al interior, más por disfrutar del frescor del local climatizado de
la pequeña oficina que porque tuvieran una prisa especial. Era Agosto; quien
más y quien menos estaba en paro o a punto de estarlo; hacía más de una hora
que las mujeres habían ido a la plaza a comprar los tres tomates y el pepino
para el gazpacho, y, guardadoras de sus viejas costumbres, habían espurreado
agua fresca en las puertas de sus casas, a pesar de existir ya un servicio de
limpieza municipal, y de haber desaparecido el empedrado debajo de un asfalto
apaciguador de la polvarina que levantaban las bestias camino del río, al que,
por otra parte, hacía demasiado tiempo que ya no bajaban las bestias, porque el
“super” proveía de forraje sin necesidad de quemarse las manos en el mango de la
azada para aporcar el vergel. Las faenas del campo hacía semanas que habían
consumido la temporada, y si bajaban a la Plaza, ya no era para que los manijeros
les apalabraran un jornal, sino para vaguear delante del Bar del Cuervo,
tanteando en el fondo de sus bolsillos las últimas monedas con las que darse el
homenaje de un chato de vino peleón. Y, además, aunque se tuviera alguna faena
sin terminar, el día se anunciaba demasiado caluroso en Torredonjimeno como
para meterse en afanes que no pudieran esperar.
Todos
los vecinos, que antes se apiñaban en la puerta del Banco, estaban ahora en
perfecta formación delante de la caja, y el cajero se retrasaba, lo que obligó
a Director a sustituirlo.
“Vengo
a ingresar”, Pepe –dijo la primera comadre, levantando una mano cerrada y nudosa, incapaz siquiera
de dibujar su firma.
“¿Cuánto?”
–dijo el Director maquinalmente tomando el impreso para los ingresos. “Un Euro”
–respondió Eufrasia, la coja, a la que sus vecinos habían cedido la vez en la
cola, no tanto por su cojera como por los más de 90 años en los que ya apenas
podía apoyar tantísima vida. “Alargame tu cartilla, Eufrasia, para mirar el
número”. “No, hijo, no. Si no es en mi cartilla donde quiero ingresar. Es en
otra…”. “¿En otra? ¿Y te sabes el número, Eufrasia?”. “Aquí me lo han apuntado,
hijo”, -y la anciana le extendió una
hojilla de libreta donde alguien había escrito el dato preciso: ES42
2100 6866 7901 0000 9529. “¿Cuánto vas a ingresar?”, –se apremió Pepe, el
Director, mientras escribía el nombre de los titulares –Manuel... y María…-. “Un
euro” –la voz de Eufrasia sonaba encopetada y campanuda como la de una marquesa
mentando millones. Claro que Pepe, el Director del Banco, nunca había escuchado
la voz de una verdadera marquesa; pero, por lo que escuchó en Jaén cuando fue a
hacer los cursillos de Banca, las pocas y verdaderas marquesas que quedaban
debían sonar así de solemnes y
pomposas cuando se dignaban ir a ingresar al Banco personalmente en lugar de
enviar a su mayordomo. Sólo cuando escuchó la cifra que mentaba la desdentada
boca de Eufrasia, se dignó Pepe levantar la cabeza y fijar su mirada cansina en
los ojillos revenidos de la Eufrasia.
-¿Un
euro?
-¡Un
euro!
-Pero…Eufrasia…
-¿Algún
impedimento, hijo?
-No,
Eufrasia, no. Pero, por mucho que tú ingreses un euro, no van a solucionarse
los 12.000 que deben Manuel y María. Y tú te vas a quedar sin tu euro y ellos
sin su casa en cuantico llegue Septiembre.
-¡Dios
dispondrá lo que tenga que ser, hijo! Tú apunta y toma los dineros, que ya me
está incomodando la rodilla de tanto estar a pie fijo- respondió Eufrasia con
voz tan indescifrable como Pepe nunca le había oído.
El
siguiente en la cola era Bartolo, el nervioso barrendero, que, a pesar de las
calorinas del verano, aún seguía llevando manga larga para que nadie tuviera
que ver las marcas de lo que todo sabían y callaban, sobre sus chutes durante
los años de juventud; hasta que el Ayuntamiento quiso recogerlo de las calles,
y darle un carrillo, un escobón y un badil para adecentar, precisamente, aquellas
calles que tan a deshora habían tenido que hacerle de catre a los cuelgues de
Bartolo. La cuenta, la misma: la de Manuel y María. La cantidad, la misma: un
euro, que para Bartolo suponía lo menos tres cigarrillos de liar.
Sobre
las doce del mediodía, la cola de impositores no bajaba, ni los tres empleados
del Banco daban abasto para seguir apuntando, uno tras otro, los ingresos de
¡un euro! En la cuenta de Manuel y María.
A eso
de la una, Pepe, el Director del Banco, en funciones de cajero, el cajero y Barbarita
la becaria empezaron a ver caras forasteras, de los pueblos vecinos, e incluso
de Jaén.
“A lo mejor
me ascienden y me mandan a la capital” –pensó Pepe, el Director, cuando,
a las tres de la tarde, echó el cierre a la puerta del Banco dejando en su caja
fuerte tal cantidad de monedas de un euro que superaban con mucho los 12.000
euros a que remontaba la deuda de la hipoteca de Manuel y María.
Cuando
al día siguiente recibió la llamada de su Jefe de Zona, a Pepe, el Director, se
le aceleró el pulso. Nunca Don José lo había telefoneado directamente, ni nunca
su voz había sonado tan reconfortante y zalamera:
-“Pepito,
campeón, ¿cómo lo has hecho, tío?”
Estaba
seguro de que se refería a la hipoteca de Manuel y María cuando respondió: “Pues
ya ve usted, Don José…la gente de la calle que es como es… y que de la boca se
lo han quitado para remediar lo de la casa a Manuel y a María… ¡Y la trabajera
que nos ha dado al Ildefonso, el cajero, a Barbarita, la becaria y a un servidor
el atender a tantísimo personal como el que tuvimos que atender con su euro en
la mano…! ¡Que hasta los chiquillos, y los dos tontos que tenemos en el Pueblo,
arrimaron su euro…! ¿Que qué me dice usted, Don José? ¿Que cuánto es el
sobrante una vez liquidada la hipoteca? Pues… a ver, déjeme usted echar cuentas…
¡Huuum…! 9.000 de intereses…, 2.000 de costas
del juicio…, 800 de gastos de mantenimiento… 10 de… Mire usted, Don José, según
mis cálculos, sobran más de 20.000 euros sin contar con los forasteros que, por
cada euro que han transferido, les hemos sacado tres euros de comisiones… ¿Cómo
dice usted…? ¿Qué les diga que estamos
dispuestos a ampliarles la hipoteca para que se compren un motocultor y un
corralillo donde echar gallinas…? Verá usted, Don José: es que el Manuel y la
María ya están jubilados y no precisan de… ¿Qué son órdenes de “arriba”? Pero
¿cómo los convenzo yo de que…? ¡No me diga…! ¡Cómo va a costarnos el puesto de
trabajo a usted y a mí si no los convenzo…! ¡Eso no puede ser de esa manera que
usted dice, Don José! El Banco tiene que considerar que llevamos toda la vida
sudando entre sus paredes. Porque, Don José: si nos despiden por no engatusar a
Manuel y a María, ¿Con qué vamos a pagar usted y yo nuestra hipoteca…?
No,
si un servidor no quería sacar una hipoteca nueva, pero, como se portaron tan
bien y nos dieron tantas facilidades por ser empleados suyos…
En “CasaCala”.
En un 20 de Agosto de 2015
http://www.ideal.es/jaen/provincia-jaen/201508/18/piden-euro-para-salvar-20150817201658.html
sábado, 15 de agosto de 2015
TAL DÍA COMO HOY
47/2015
Fumar, lo que se dice fumar, no estaba
bien visto en aquellos tiempos, ni permitido a los chiquillos o a las mujeres,
salvo una vez al año: la noche de las lumbres de San Antón; aunque los
indultados por una noche no fumábamos precisamente tabaco, sino cigarros de matalahúva
que, junto con el humo de las hogueras, dejaban en el aire del Pueblo un aroma
a desinfección de fuego de troncos y yerbas aromáticas que perduraba durante
semanas.
Lo de beber era otra cosa. Recuerdo que,
durante nuestra estancia en Jódar, aparte del agua con “litines”, preparada con
las pastillas compradas al por mayor en la Farmacia de Miguelito, de enfrente
de Los Gasquez, solíamos alargarnos a la cercana cantina del inefable Blas
Cejudo, en Mendez Núñez, 5, a comprar vino a granel, sacado de aquellos toneles
rollizos, tumbados sobre sus barrigas, calzados con tarugos para evitar que
rodaran sobre sí mismos, y de cuya tapa frontal, en la parte baja, sobresalía
un rústico aunque eficaz grifo de madera, capaz de administrar el llenado de
botellas y contener el oleaje alcohólico de sus entrañas con más eficacia que
una puerta blindada. Pocas eran las veces en las que se nos dejaba catar el
vino, salvo por las Pascuas, (las de los aguilandos; no las Floridas) cuando, sobre
una mesita con tapete de ganchillo y tapa de cristal, se ponía un azafate de
polvorones, junto a una botella de Coñac Fundador, (entonces se podía decir “coñac”)
y otra de Anís del Mono, para que se convidaran los que llegaran a dar las
Pascuas, cosa que la chiquillería aprovechábamos para relamer los restos de los
vasillos antes de que los echaran a lavar, e incluso para ser premiados con “una
copita de ojén”.
Luego nos fuimos a Bedmar, donde a la
costumbre de las Pascuas, se añadió una experiencia nueva para nosotras: La
fiesta de La Virgen. O la Fiesta del Río; -como se prefiera.
En efecto, tal día como hoy, lo suyo era
recorrer las huertas, todas las que nos dieran abasto las horas y el sofocón,
sin que, a pesar de nuestros pocos años, nadie nos escatimara un vaso de PONCHE
DE MELOCOTÓN a pesar de estar bien bosados de vino y de alguna que otra bebida
menos lánguida.
Tengo para mí que lo de emborracharse con
vino, cualquier día del año, era algo
tenido por afrentoso; pero lo de achisparse con Ponche de Melocotón, tal
día como hoy, era un rito casi sagrado del que
nadie debía renegar bajo pena de excomunión del frescor de los vergeles
de entonces, hoy convertidos en secarrales, en chalets de temporada o,
simplemente, en rastrojos desamparados.
http://www.weeky.es/los-lebrillos-de-ponche-del-tio-peroles/#prettyPhoto/2/ |
Fuera porque mi chispa era más grande,
fuera porque mi talento siempre fue más chico, lo cierto y verdad es que,
mientras yo me quedaba alelada en el porche como un lagarto delante de su
encantador, mis hermanas desaparecieron nada más aparecer la inmensidad de
nuestro padre detrás de la puerta. Y hasta la borriquilla, después de rebuznar
tímidamente como si estuviera diciendo “yo no he sido”, y atravesando la era,
emprendió un trote cansino que la llevó directamente a la cuadra sin ni
siquiera sacudirse el aparejo a pesar de la holgura de la cincha.
No es que a estas alturas de la vida pueda
recordar con precisión; pero tengo para mí que estuve atada a la oliva de
delante de la casa más horas de las que habíamos pasado en las huertas.
Menos mal
que la memoria se diluye como en azúcar cuando se alivia con un buen Ponche de
Melocotón, siquiera sea en el recuerdo.
En “CasaCala”. En
un 15 de Agosto de 2015
jueves, 13 de agosto de 2015
Misión cumplida
46/2015
Como
cada año por estas fechas (Semana Cultural de Bedmar) visito mi Pueblo para
comprobar su pulso poético (y otras cosas más, a manera de verdugones espigados
en el implacable azote de mi lejana infancia).
El primero de los objetivos era acompañar a Luis
Alberto Alcalá Martos en su recital en el certamen de poesía después de recibir
su cálida invitación al acto. De Luis Alberto, y de su especialísima forma de
mirar el Mundo, que a mí me fascina, hablaremos otro día; baste por hoy apuntar
que muchachos como él, en otros tiempos, hubieran estado arrumbados, y, sin
embargo, en estos, es capaz de emocionar al público hasta el extremo de que el
Jurado del Certamen le otorgó un accésit por un ingenioso poema cuyo tema
giraba en torno a “los mayores” y su visión de las tecnologías actuales. ¡Felicitaciones,
Luis Alberto! Y mi eterna gratitud por aceptar que escribamos juntos sobre
nuestro Pueblo, querido y admirado Colega Escritor.
Semana Cultural Bedmar 2015 |
Los andrajos: ese plato que María Dolores borda |
Con él, con Cristobillas, que habla el lenguaje de
los pájaros y encandila y paraliza a cualquier animal con sólo tocarlo,
escribiré algún día sobre la “Magias de Mágina”® si el tiempo me da tiempo
suficiente para hacerlo.
El tercer objetivo era convertirme en “público”
del reciente cambio de gobierno municipal, surgido de las últimas elecciones.
Con Rosa Gamez, puro nervio |
¡Bueno! Tampoco sería decente decir que no sé cómo
sucedió, porque, a estas alturas de la vida, lo sé perfectamente. Simplemente,
el jovencísimo y muy habilidoso nuevo Alcalde se valió de la fórmula más
antigua y más eficaz del mundo: implicar al concurrente ajeno en la tarea
propia como si su presencia en la trama fuera imprescindible. “Pensamiento
sistémico” se llama a esta pócima capaz de multiplicar exponencialmente las voluntades.
Lo cierto es que el joven Alcalde, Juan Francisco, me citó en el Ayuntamiento,
me recibió, me contó sus proyectos, me habló como si nos conociéramos de
siempre, cuando, por sus años, hay un “siempre” demasiado lejano en el que él
no era sino un proyecto impensado. En definitiva, nos hablamos como dos
paisanos sentados en una mesa de camilla con brasero de invierno. Y, cuando le
pregunté si él era Alcalde de los Socialistas de Bedmar, me respondió que él
era Alcalde de los Bedmareños, y que sólo su programa –y no él mismo- estaba
regido por sus irrenunciables y arraigadas creencias socialistas, entre las que
se cuentan dos esenciales: escuchar a TODOS y prescindir de las GUERRAS AJENAS.
¡Cómo no acabar convirtiéndome en “Pueblo” en lugar de seguir siendo “público”
de ese entorno tan Bedmareño!
Pilar de La Carrera Alta recién restaurado |
Quienes me conocen de verdad, saben que “ni soy de
aquí ni soy de allá”, ni de estos ni de los otros, sino también. ¡TAMBIÉN! Quiero
decir –un suponer- que, aunque hoy me levante cantando “la ovejita lucera” o
bailando “Paquito el chocolatero”, en mitad del baile puedo cambiar el paso y ponerme
a entonar “una furtiva lágrima”, o enderezar los pies hacia los primeros
compases del Vals del Emperador, sin que mi portes desdiga ni en la verbena del
foro ni en los salones de cualquier palacio, y que para disfrutar de la vida
sin dejar de ser yo misma, tanto me da beberme un chato de vino peleón en una
taberna de pueblo que degustar un cava servido en la más fina copa de cristal
de Bohemia; eso sí: cada cosa a su tiempo y en su contexto. Creo que esta
condición de “tornavientos” me viene de lejos, aunque, para perfeccionarla, sin
ser tocada por dolores innecesarios ni por complejos trasnochados, hay que
haber traspasado cierto número de calendarios, y saltado por encima de varios
civantos, para saber que la condición de veleta no significa ser súbdita de
cualquier viento, sino señora y señera inequívoca de la dirección de la que
sopla el aire para calcular si ha llegado el momento preciso de buscar recacha
en lugar de presentar batalla. Y que lo de cambiar de chaqueta es lo más sano
del mundo cuando la que se lleva puesta empieza a oler a sudor añejo y a tener
lamparones de aceite rancio.
Reina Mora fue todo un descubrimiento |
Lo bueno para mí es no haber llevado nunca
chaqueta, porque puedo así apreciar el
calor de las chaquetas ajenas cualquiera que sea su paño y no tener
miedo a perder chaqueta propia.
En el salón del Ayuntamiento de mi Pueblo, sentada
a la derecha del Hijo de las pasadas Elecciones, no he podido por menos que
sentirme afortunada.
Antonio Jesús Catena: un Concejal incansable |
¡Misión cumplida! –me decía mientras mi coche
enfilaba hacia la Sierra de la Estrella, dejando atrás tanta riqueza humana y
tanto potencial.
En Bedmar. 12 de Agosto de 2015
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